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La naturaleza nos enseña…

Mayoritariamente, las personas vienen a los entrenamientos y al poco tiempo, abandonan. No pueden sostener procesos, y al tiempo, saltan a algo nuevo, que tampoco tardan en dejar. La capacidad de sostener atención, foco, en el hombre medio, no supera el plazo de los 10 segundos y ¡así queremos modificar nuestra realidad! Qué infantilismo… Fruncen el ceño cuando les digo que el Autoconocimiento es una filosofía de vida, ardua, incómoda, comprometida y no una “salida laboral”. Somos los seres más impacientes de este planeta. A falta de autoconocimiento, ignoramos que en la naturaleza todo tiene sus ciclos y pretendemos soluciones rápidas, triunfos instantáneos, carreras cortas. A diferencia de nosotros, los árboles no entienden de frustración, pero sí de paciencia mientras invierten en su crecimiento interno, en la observación del presente, en dejar que las semillas germinen, en buscar los mejores nutrientes… hay en ellos algo muy sabio, místico, equilibrado, pacífico e incluso noble. El exquisito bambú, por ejemplo, invierte sus siete primeros años creciendo “hacia abajo”, expandiendo sus raíces en silencio. A modo de salto cuántico, transcurrido ese tiempo, sucede el milagro: en sólo unos meses puede llegar a crecer hasta 30 metros. Como niños, queremos rápido el último artilugio, el último curso, la nueva técnica, pero no estamos dispuestos a someternos a disciplinas, a educarnos, a perseverar, a comprometernos, a madurar procesos. Como los monos, vamos saltando de rama en rama, probando de todo y finalmente no profundizando en nada. Seres de superficie, de ruido, de consumo, de “fast food” y relaciones livianas. Decimos que queremos cambiar nuestra realidad pero estamos dispuestos a pagar el precio.

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